“Todo el mundo es teatro, y todos los hombres y mujeres no son sino histriones. Tienen sus entradas y sus salidas de escena, y cada uno de ellos interpreta diversos papeles en la vida, que no es otra cosa que un drama en siete actos”
Con este taller se pretende proveer una iniciación, no ya a los secretos de un pasatiempo más o menos a la moda, sino a una de las más antiguas formas de manifestación del alma humana, a un vehículo serio de comunicación, que ha sido fiel guardián, a lo largo de treinta siglos, de la historia del hombre y de esa herencia milenaria que es el inconsciente colectivo; una necesidad, en suma. Una de sus necesidades, de la que tal vez ha carecido hasta ahora, sin saber que se trata de una carencia.
Evidentemente, se puede vivir sin teatro, como se puede vivir sin cultura, como se puede vivir sin información; como se puede, también, vivir sin libertad. En ocasiones extremas, el ser humano tiene desgraciada y sobradamente demostrado que puede vivir casi sin nada de lo que le confiere verdadera categoría humana. Pero ¿por qué hacerlo? ¿Por qué resignarse a hacerlo? La historia de la humanidad es, precisamente, una larga conquista de las necesidades materiales que le permiten al hombre poder dedicar cada vez más tiempo y energía a las necesidades del espíritu. Y, colóquelo cada uno donde quiera en su singular escala de valores, ahí está el teatro. Entre esas necesidades del espíritu, está el teatro. Y quien lo haya perdido, se enriquecerá rescatándolo.
El verdadero teatro no ha pretendido nunca “matar el tiempo “de nadie, sino, muy por el contrario, arrancar de su inercia, de su posible pasividad, a un ser apasionado. El verdadero teatro quiere, y valga la expresión, “hacer vivir el tiempo” al ser. Porque ese ser de teatro no puede ser nunca como un niño solitario y melancólico, que mira, sentado en un banco del parque cómo otros niños juegan. Tiene que ser, por el contrario, aquel que se acerca al corro y pregunta, un poco nervioso: ¿Me dejáis jugar? Abrámosle paso y contémosle, muy rápidamente, para que pueda incorporarse enseguida, los rudimentos del juego. Su interés, si conseguimos despertarlo, le irá haciendo poco a poco conocedor, y hasta maestro.